miércoles de la 29ª semana, par
En el funeral de…
2006/10/25
Hermanos: la despedida de un ser querido al pie del altar nos da la oportunidad de sabernos una comunidad que, convocada por Dios Padre en torno a su Hijo Jesús, refuerza su fe en la resurrección. Para ello, escuchamos la Palabra de Dios, iluminamos con ella nuestra vida cotidiana y nos alimentamos del pan que se trocea entre los hermanos. Es símbolo de unidad, hermandad, solidaridad… ¡Qué pena que, en no pocos casos, se haya privatizado!
Seamos agradecidos con Dios, que nos ha creado para disfrutar eternamente de su presencia. Agradezcámosle los días que ha vivido nuestro hermano (
N.); hagámoslo, acogiendo el gran regalo de su Palabra y del Pan eucarístico.
La primera lectura nos ha descubierto que Dios llama a toda persona (no importa su pasado o su presente) a tomar en serio su Palabra, la vida de su Hijo. Así lo hizo Pablo y, aunque se considera el más insignificante entre los apóstoles, agradece la suerte de haber sido capaz de responderle con generosidad a Dios.
¿Nos han sonado pretenciosas sus palabras?: «
veréis cómo comprendo yo el misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos». ¡Seguro, si es que queremos escondernos en nuestra pequeñez! Pero las consideraremos esperanzadoras si buscamos la generosidad con ese Dios que se nos revela porque nos ama. Pablo había confiado en la Ley, perseguía a los seguidores de Jesús, pero aprovechó la oportunidad que se le presentó; y cambió radicalmente de actitud. Su valentía y entrega ¿han de ser consideradas pretenciosas? Sería engañarnos. Más bien hemos de entenderlas como generosidad con Dios. De ahí nacen las palabras que ha dirigido a los efesios. Él ha tomado en serio a Dios.
En el evangelio nos hemos encontrado con un Pedro que esta vez parece no querer perder la seguridad que le supone ser seguidor de Jesús:
«¿lo dices por nosotros o por todos?» Y es que Jesús es exigente, sobre todo con los suyos, y más con los más cercanos.
¿Nos asusta esto, o debe animarnos? Nos animará si lo que queremos es seguirle a Jesús y vemos que siempre va por delante y no nos abandona. No es de los que dice «esto tenéis que hacer», mientras él hace lo contrario o mira para otra parte. No constituye ninguna seguridad ir al lado de Jesús. Seguirle significa algo más que estar, que cumplir. Es administrar los dones que hemos recibido: darle a conocer, hacerle presente, disfrutar de la relación con él, y hacer disfrutar… Cuesta entender cuando la fe no es gratuita, sino que se entiende como instrumento para acallar la conciencia o conseguir favores. En torno a Jesús podemos ir aprendiendo…
Así, pues, aprovechando el clima de sinceridad que proporciona el dolor de la despedida, de la muerte de un familiar, del silencio al que nos aboca la muerte, tratemos de sincerarnos con Dios:
Padre Dios que nos has creado para amarnos
y hacernos disfrutar de ti por toda la eternidad,
no permitas que nos atenace nuestro pasado,
que nos encrespe nuestra pequeñez y miseria
y tratemos de desoír la buena noticia que nos regalas;
haz que permanezcamos siempre vigilantes
buscando tu voluntad en la Palabra proclamada,
viviéndola con sinceridad y esperanza,
tratando incluso de compartirla con los nuestros
como Palabra que no falla y merece la pena
ser vivida, porque es liberadora y salvadora.
18 de OCTUBRE de 2006 (San LUCAS evg.)
En el funeral de...
Hermanos: en este día en que la Iglesia celebra la fiesta de san Lucas evangelista presentamos a Dios la vida entera de nuestra hermana en la fe N., a quien Dios ha llamado a participar de su eterna gloria.
La despedida de nuestros seres queridos a la casa del Padre la realizamos en torno a la mesa, a la que Dios Padre nos invita a celebrar la muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo, compartiendo el pan de la vida. Porque creemos en la resurrección compartimos la Fracción del pan, como símbolo de que Dios comparte su vida de misericordia y amor con nosotros sus hijos.
San Lukas ebanjelariaren egunean alkartzen gara, senideok, Jesukristoren heriotza-biztuera misterioa gauzatzen dauan mahai inguruan, Jainkoari gure senide I.-ren bizitza osoa eskertzeko eta gure sinismena indartzeko, Jainkoaren seme-alaben poztasunean bizi izan gura dogulako.
Al celebrar la fiesta de un evangelista no podemos menos de sentirnos agradecidos con aquél que no sólo ha llegado a conocer a Jesús en la experiencia de su propia vida, sino que —como no podía ser de otra manera— lo ha dado a conocer, para que —en este caso nosotros— podamos participar de su alegría.
Por una parte, hemos escuchado de la carta del apóstol Pablo. ¿Verdad que vive una vida de fe? Desde el conocimiento de Jesús juzga y tamiza todo lo que le va sucediendo, y deja en manos de Dios el juicio. Y se siente dichoso de poder anunciar el evangelio: es lo que llena su vida.
Y el trocito de evangelio que hemos leído viene a corroborarlo: Jesús llama (nos llama a ti y a mí) para instruir y enviar a anunciar el evangelio. Podemos sentir el gozo de los misioneros si de verdad nos enamoramos de Jesús; entonces no podremos menos de darlo a conocer en nuestra propia casa primero, y después en los ambientes en los que nos movemos.
Entzun dogun san Pauloren lehenengo irakurgaiean, haren bizitzea sinismen suak argitua dala ikusi dogu. Eta ebanjelioan aurkitu doguna zera da: Jesusek bere inguruan hartzen gaitula beragandik ikasteko, eta ikasia inguruetara zabaltzeko. Maila honetan bizi dan sinismena benetan da poz-iturri.
Los que, en torno al cadáver de nuestra hermana N. hemos tenido la suerte de escuchar esta Palabra, al momento de agradecer a Dios los días que ha vivido, podríamos pedirle que cultivemos nuestra fe, para que sea de verdad fuente de alegría y consuelo para nosotros y para quienes nos circundan.
Padre Dios, que nos has creado
para disfrutar de tu amor por toda la eternidad.
Al celebrar los misterios de tu Hijo Jesucristo,
en la entrega de nuestra hermana N.
nos has hecho el regalo de tu Palabra
y de compartir el pan de la mesa de tu Hijo.
Ilumínanos; fortalécenos; solidarízanos
para que podamos anunciar, como lo hizo san Lucas,
a tu Hijo Jesús, y que, como Pablo el apóstol,
podamos derrochar misericordia y perdón,
dejando en tus manos el juicio salvador.
17 de OCTUBRE de 2006
En el funeral de…
Hermanos: uno de los deberes que nos imponemos como personas sociales es el de dar sepultura a nuestros difuntos, despedirlos con dignidad y agradecimiento. Es lo que hacemos con nuestras personas queridas. Y, en un entorno cristiano, o "de bautizados", lo hacemos según el rito cristiano: celebrando la muerte y resurrección de Cristo Jesús, que es la esperanza y la certeza de nuestra propia resurrección.
Al concretarlo en una Liturgia nos adentramos en toda la tradición cristiana, y en ella recibimos el ejemplo de vida de los santos (como hoy celebra la Iglesia la memoria de san Ignacio de Antioquía, mártir) y la acogida estimulante de una comunidad que, al despedir a un hermano/a difunto, se apresta a revitalizar su fe desde la Palabra de Dios y el ejemplo de los santos.
La Palabra de Dios proclamada hoy nos invita a alejarnos de la vaciedad de los ritos. No es que haya que negarlos o ignorarlos porque sean vacíos, sino que hay que realizarlos llenos de contenido, porque en ellos expresamos lo que somos, sentimos y compartimos.
No son, pues, lo s ritos los que nos salvan, sino la gratuidad de Dios. San Pablo arremete contra la circuncisión, y Jesús arremete contra las abluciones…, si es que se quedan en eso, en una mera exterioridad que no llega a tocar y cambiar el corazón.
Lo que pretenden nuestros ritos, nuestros sacramentos, es precisamente esto: tocar el corazón, la interioridad de cada uno, para que pueda ser generoso en la acogida que presta a los dones que el Señor Dios nos prodiga cada día.
Podemos agradecer el don de la fe; de una Iglesia que nos acoge; de un ser querido que nos ha dado la vida y brindado su amistad; la Palabra de Dios que nos estimula…, en torno al misterio de Cristo Jesús en quien un día esperamos encontrarnos en la Casa del Padre.
El peligro que corremos en nuestros tiempos es el de vivir demasiado deprisa, demasiado superficialmente, y quedarnos en la mera exterioridad de los ritos, creyendo tranquilizarnos con ellos.
Recordemos lo que nos ha dicho Pablo: el mero rito esclaviza, nos hace deudores de la Ley.
Cuando somos capaces de interiorizar nuestro Bautismo, dejarnos guiar por la Palabra de Dios, confiar plenamente en Jesús, es cuando van expresando esos ritos lo que sentimos de verdad en nuestra vida interna.
Señor y Dios nuestro, que nos has creado
para que disfrutemos eternamente de tu amor:
te agradecemos los días que has concedido
a nuestra hermana… (Aurora),
y que podamos presentártela
celebrando los misterios de tu Hijo Jesucristo.
Haz que no quedemos en los meros ritos externos,
sino que, escuchando tu voz en la vida de la Iglesia,
busquemos confiadamente vivir en tu voluntad
conociendo y amando a tu Hijo Jesús,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
—Amén.
6 de octubre de 2006
Viernes de la 26ª semana, año par
En el funeral de...
Hermanos: las circunstancias que envuelvan la muerte de una persona pueden hacer decirnos que todas las muertes no son iguales. Desde luego, en este caso, la muerte nos sobreviene dejándonos consternados.
¿Pediremos cuentas a Dios porque para esto no merece la pena creer y relacionarnos con él? ¿Interpretaremos este hecho como un castigo porque de hecho vivimos una vida prácticamente atea? ¿Achacaremos la muerte a la fatalidad, a la mala suerte, para quedarnos tranquilos pensando que con un funeral y una despedida en toda regla ya hemos hecho lo que hemos podido?
Son preguntas que pueden inquietarnos, incluso molestarnos o herirnos..., pero que pueden quedar iluminadas desde la figura de Job, cuyo libro estamos leyendo estaos días en la Liturgia.
Job representa precisamente al hombre justo y temeroso de Dios, alejado de toda maldad, que recibe todas las bendiciones de Dios. Es lo que se imaginaba cualquiera en aquellos tiempos, y también hoy en día:
si eres bueno, Dios te ayuda y protege; si, malo, te castiga. Pero la vida nos dice lo contrario: que, aparentemente, les va mejor, en lo que este mundo valora, a quienes dan la espalda a Dios; y la desgracia se ceba precisamente enquienes se alejan de la maldad, practican la justicia y el bien, etc.
Y Job, caído en desgracia, llega a maldecir el día de su nacimiento y a un Dios, que no tiene en cuenta sus esfuerzos por ser fiel y justo... Para qué le necesita a un Dios que no vela por los que le sirven y parece que
se ha pasado al enemigo? Es la pregunta que se hace Job, y la queja que presenta ante Dios, a pesar de que sus amigos y consejeros le instan a que se analice y descubra el pecado o infidelidad que le esté causando tanta desgracia... Job se mantiene firme: ¡soy inocente; no he faltado en nada!
Y, en su rebeldía contra ese Dios, nunca deja de confiar en él; no se aparta de él; continúa su diálogo con él..., hasta que (en la lectura de hoy), Dios le responde con una serie de preguntas en las que descubre su pequeñez: ¿cómo puede pretender darle lecciones a Dios, o entender todos los misterios, si le es inalcanzable? Y la respuesta de Dios le hará confiar más plenamente en él, dejar sus azares en sus manos y abandonarse plenamente a su voluntad. Es entonces cuando ya Job no es sino Job.
Pero hace falta, entrar al diálogo con Dios, como Job, no darle la espalda aunque las cosas vayan mal; confiar plenamente en él y tratar de buscar su voluntad. Pero tal vez estemos nosotros
en otra onda: ¿no os parece?
Es lo que puede significar el grito lastimero de Jesús en el evangelio de hoy: ¡ay de ti...!, que lo podría lanzar por cada uno de nosotros; como lo hizo sobre Corozaín, Betsaida, y lamentó la opulencia de Cafarnaún...
¿Seremos capaces nosotros hoy, en torno al cadáver de
N., de entrar al diálogo con Dios, y no refugiarnos en el dios que remedia nuestros males, o en los brazos de la Fatalidad?
Podemos agradecer a Dios el regalo de la vida, que nos asegura disfrutar eternamente de su amor; y pedirle que, así como hoy plenifica la vida de
N., y un día lo hará con la nuestra, mientras tanto podamos tratarle con plena confianza, aunque más de una vez tengamos que dar algún que otro grito de desesperación.
Padre Dios, que nos amas como auténtica madre,
que nos ves abatidos en tantas circunstancias incomprensibles,
que acoges en silencio el grito desgarrador de tus hijos e hijas
que se rebelan cuando no obtienen respuesta:
míranos, desconsolados y desorientados;
ilumínanos con la luz de tu Palabra,
y haz que confiemos tan plenamente en ti
que ninguna circunstancia dolorosa nos aparte de ti,
que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Octubre 5: «Día de Acción de Gracias y de Petición»
Lectura 1
Dios te da la fuerza para crearte estas riquezas
Lectura del libro del Deuteronomio 8,7-18
Habló Moisés al pueblo, diciendo:
- Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura, tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel, tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada, tierra que lleva hierro en sus rocas, y de cuyos montes sacarás cobre, entonces comerás hasta hartarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado.
Pero cuidado, no te olvides del Señor, tu Dios, siendo infiel a los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy. No sea que, cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres, para afligirte y probarte, y para hacerte el bien al final.
Y no digas: «Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas».
Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy.
Salmo, 1 Cro 29, 10. 11ab. 11d-12a. 12bcd
R. Tú eres Señor del universo
Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra.
Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria.
Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Lectura 2
Dios, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,17-21
Hermanos:
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Evangelio
Quien pide recibe
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,7-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!
HOMILÍAHermanos: en este día en que presentamos al Padre Dios la vida entera de nuestra hermana en la fe
N., la Iglesia celebra el Día de Acción de Gracias y de Petición. Unámonos a sus intenciones, presentémonos ante él como hijos agradecidos. Dejémonos iluminar por su palabra, proclamada en esta liturgia, y que crezca en nosotros la confianza en él.
La primera Lectura se mueve entre la grandeza de Dios, que vela por su pueblo, grandeza que canta y la celebra el salmo que hemos recitado, y el peligro que encierran las riquezas: el engreimiento, el abandono de Dios y la blasfemia.
¿Verdad que esa lectura pone el dedo en la llaga de nuestra cultura? Somos conscientes de que no sólo hemos abandonado la práctica sacramental o la participación en la vida de la Iglesia, Hemos abandonado también la oración familiar, e incluso la oración personal, particular. Hemos perdido la costumbre de relacionarnos con Dios. Hacemos la vida prescindiendo de él. Ya no lo necesitamos. Como tenemos cubiertas nuestras necesidades, hemos marginado a Dios. Nos estorba... Y es patente que hemos caído en el engreimiento y la blasfemia. Y nos defendemos de las acusaciones al respecto, espetando que no hace falta ir a misa, o rezar o relacionarse con Dios, para ser bueno, o sincero o noble..., pues conocemos bastantes canallas entre los que van a la iglesia y comulgan a diario, etc.
Pero si pudiéramos sincerarnos con Dios en el silencio de nuestra intimidad... Si dejáramos que suenen en nuestro interior las lecturas que hemos proclamado... Si pudiéramos reconocer que "con Dios, mal", pero "sin Dios, peor"..., tal vez acudiríamos a él no tanto para que remedie nuestros males o sacie nuestras carencias, cuanto para ensalzar su grandeza, que sabe cuidar de los pequeños y los necesitados y de los que acuerden a él..., y sabe dar de lo bueno a los que se lo piden.
De su grandeza aprenderíamos que nuestra grandeza no se mide por lo que acumulamos, ni por lo que mandamos o por lo que sometemos, sino por cómo esparcimos misericordia y promovemos reconciliación; por cómo asumimos como propios los males y las miserias de nuestros próximos..., que es lo que nos hace más humanos, más hermanos, más hijos de Dios.
Si el evangelio nos enseña a pedir, la primera lectura nos ha puesto en guardia ante los peligros de la abundancia, la segunda lectura nos ha recordado lo que Dios espera de nosotros: que seamos agentes de reconciliación; y el salmo nos ha invitado a caminar juntos la senda de la alabanza a Dios que es quien vela por los pequeños.
Seamos, pues, agradecidos hijos e hijas de Dios. Agradezcámosle los días que ha vivido nuestra hermana
N. y todo lo que ha sido y ha hecho a lo largo de los mismos, y también el que con motivo de acompañarla nos haya iluminado con su palabra. Y pidámosle que nos alimente con el Pan de su Hijo, para que recuperemos nuestro trato con él y podamos ser agentes de reconciliación.
Dios padre, que nos colmas de bendiciones
y te respondemos con improperios y maldiciones;
sácanos del engreimiento en el que hemos caído
por el disfrute de tanta riqueza;
haz que nos apartemos del derroche y la explotación
y busquemos al austeridad que nos lleve
a la solidaridad y la reconciliación.
Que sepamos agradecerte y alabarte
y sembrar tu paz en nuestro entorno.